Carlos E. Saldívar
Cañón
Ducho era un veterano de guerra, había peleado con bravura en el Conflicto Armado de Las Naciones Americanas en el año 2051. Se retiró con honores tras la victoria sobre el país del sur en 2055. Tenía treinta y nueve años y una gran cantidad de obsesiones, entre ellas coleccionar cañones, de todos los calibres, texturas, colores y formas. Sabía que, de algún modo, su destino estaba ligado a aquellas extraordinarias armas de guerra.
Era el año 2069, para entonces se había descubierto la manera de viajar en el tiempo. La gente iba y venía del pasado y del futuro. Todos los que podían pagar el precio realizaban una travesía singular hacia el punto que desearan.
Ducho contaba con una respetable fortuna que le había dejado su padre. Al cumplir veinte años, antes de partir hacia la zona de combate, invirtió su herencia. Así sus ganancias se multiplicaron. Podía pagar el viaje.
Se presentó temprano en la compañía T. T. (Time for Tourists) para informarse. Una guapa joven lo atendió y le explicó las condiciones: se disfrazaba al cliente y se le colocaba en el punto y el instante deseados, por supuesto se verificaba que el viajero no corriese el más mínimo peligro. Ducho reveló a la secretaria cuál era su máximo sueño: deseaba disparar el primer cañón de la historia. La chica miró su computadora y le dijo:
«El primer cañón de la historia en dispararse, veamos, esto sería en… el… de… de… ¿está usted de acuerdo?».
Ducho no la escuchaba, estaba pensando en los bellos ojos que tenía frente a sí, que lo observaban de rato en rato con una actitud amable y a la vez indiferente, dos esferas que parecían dos hermosas balas saliendo de cañones gemelos, que impactaban en los extremos de su excitación. A continuación la muchacha revisó de nuevo su computadora; tras un minuto de digitar, confirmó la aceptación del pedido. El hombre saltó de alegría, su sueño se volvería realidad: lanzaría el primer cañonazo de todos los tiempos. Consultó qué pasaría con el tipo que en su época tuvo dicha oportunidad, puesto que él ocuparía su lugar por un rato. La secretaria de la T. T. le explicó que un agente de la compañía viajaría antes y anularía al soldado original (el veterano se preguntó a qué se referían con «anular», pero no manifestó su duda), para que Ducho manejase el arma. No podía ser más sencillo.
Un representante de la T. T. hizo pasar al cliente a la oficina indicada para finiquitar los detalles, le hizo firmar un documento en el que la compañía no se responsabilizaba por algún posible incidente. El ex combatiente no se preocupó en lo más mínimo, supuso que realizaría su fantasía en cinco minutos y estaría en casa para el lonche; es más, si la experiencia resultaba satisfactoria podría intentarla una vez cada año, para celebrar su onomástico. Preguntó cuánto tardarían en darle un espacio para su aventura. No tuvo que esperar demasiado. Todo se alistó para esa misma tarde.
El viaje se efectúa. Ducho tiene el cañón adelante suyo; saborea la realización del acto, mueve el percutor y dispara. Ve una luz inundar su visión, de pronto lo invade un inmenso dolor. El metal horada su carne. No tiene tiempo ni de gritar, muere casi de inmediato.
Si se hubiera informado debidamente, hubiese sabido que el primer cañón del mundo en ser disparado estalló en mil pedazos al momento de hacer fuego.
La T. T. ignoró el incidente, se realizaban ciento cincuenta viajes en el tiempo por día, y siempre cobraban por adelantado. A ninguno de ellos le interesaba un pobre tonto fallecido dos siglos atrás por desconocer un simple (en realidad muy ignorado) fragmento de historia.
Carlos E. Saldívar
(Lima, 1982).
Director de la revista impresa Argonautas y del fanzine físico El Horla. Miembro del comité editorial del fanzine virtual Agujero Negro, publicaciones dedicadas a la literatura fantástica. Director de la revista impresa Minúsculo al Cubo, dedicada a la ficción brevísima. Finalista de los Premios Andrómeda de Ficción Especulativa 2011, en la categoría: relato. Finalista del I Concurso de Microficciones, organizado por el grupo Abducidores de Textos. Finalista del Primer concurso de cuento de terror de la Sociedad Histórica Peruana Lovecraft. Finalista del XIV Certamen Internacional de Microcuento Fantástico miNatura 2016. Publicó los libros de cuentos Historias de ciencia ficción (2008), Horizontes de fantasía (2010) y el relato El otro engendro (2012). Compiló las selecciones: Nido de cuervos: cuentos peruanos de terror y suspenso (2011) y Ciencia Ficción Peruana 2 (2016).